lunes, 10 de agosto de 2009

GÓSOL, PEDRAFORCA Y LA SERRA DEL CADÍ



El Pedraforca es el nudo geográfico alrededor del cual se organiza, en aquella salvaje comarca del Alt Berguedá, el dédalo de valles y montes menores sobre los que se asientan poblaciones, caseríos, refugios, cámpings y templos solitarios del románico, cuando todo este vasto y enigmático territorio era para el Imperio Carolingio La Marca Hispánica. El Pedraforca es una de esas montañas que no permite que apartes tu mirada de las vertiginosas pendientes que la levantan hasta el cielo. Con una altitud, en una de las puntas que conforman su multicéfala cumbre, de 2506m (Pollegó Superior), la montaña preside la boscosa y quebrada región levantando su catedralicio edificio desde el centro mismo de la hoya que preside. Sus enigmáticas formas de tridente es seguro que debieron provocar una veneración no exenta de contenido pánico a las tribus humanas de la Prehistoria que con toda probabilidad habitaron estos parajes. Los imagino en permanente prokinesis como si de un dios se tratara. Y es exactamente lo que parace: una ciclópea deidad con forma de montaña que emerge, solitaria, del corazón geológico de la tierra para recordarnos con feroz semblante que no alteremos el reposo milenario de sus laderas... Bueno, es lo primero que a uno le viene a las mientes cuando, cansado ya de los más de 200km de viaje desde Tarragona, con una caravana más bien grande a cuestas, abandona la ctra. nacional y se mete por los costarrones y curvas de la, sin embargo, preciosa ruta que nos deposita en Saldes. El Pedraforca nos muestra la horca dolomítica de su cumbre como una manifestación de tiempos mágicos y pretéritos. Llaman la atención, igualmente, la profusión de hondos valles y unos bosques dignos de latitudes canadienses. Una vez en Saldes, que se recuesta sobre las laderas de la montaña que miran al SE, trasponemos el famoso puerto de La Trapa y, rodeando la montaña por el Sur, salimos a la retirada, bucólica y hermosa hoya de Gósol, donde se encuentra nuestro camping y donde, finalmente, aparcamos nuestra caravana en la parcela 76, una magnífica terraza de hierba desde la que admirar las montañas redondas, pero muy boscosas, del Oeste. El Pedraforca lo tenemos detrás, vigilando, impertérrito, eterno... Es un viernes 31 de Julio de 2009. Los Pirineos nos reciben con un cielo esplendente y una temperatura al sol cercana a los 30º.


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